Beatriz Leyton ha recurrido a objetos de la reserva doméstica, hoy expuestos como testimonios que desde su reposo, son capaces de construir instancias emotivas, o de poner en visible un mundo interior que la artista ha interrogado constantemente a lo largo de su trayectoria, abordando temas en torno a la familia, el hogar o los ritos, donde presenciamos problemáticas como los anhelos e ilusiones, pero también -tal como en un proceso arqueológico-, somos testigos de su caducidad o desvanecimiento.
En esta nueva serie de obras, Leyton vincula medios digitales con técnicas de impresión manual, desde los que hace converger prácticas del tiempo pasado y presente, mediante un imaginario que pone en visible una memoria material, quizás buscando desenterrar en los recuerdos del observador alguna clase de vestigio afectivo. Esta mirada que da la artista a la «naturaleza muerta», o más bien a la «vida detenida» del objeto contemporáneo, emplea como escenario interiores domésticos que se vuelven distintivos al contener aquellos artículos donde se manifiestan nuestras individualidades. Es así como en esta exposición, los espacios arquitectónicos conforman verdaderos refugios o relicarios de tesoros cotidianos, donde el ser humano ordena su biografía material y establece relaciones de cargas y descargas sensibles con sus pertenencias. Al mismo tiempo que estos lugares y objetos ofrecen un punto de vista de la propia autora respecto de «la interioridad», nos invitan a indagar sobre nuestros sentimientos como espectadores frente a una domesticidad inactiva.
La cultura material, desempeña en esta muestra un papel clave como encargada de simbolizar nuestras relaciones con el mundo, dar forma a nuestras identidades, reflejar nuestras preferencias estéticas u obsesiones, ser capaces de mediar ausencias o proporcionar un vínculo tangible con nuestra historia personal. Esta capacidad de ciertas cosas, que con frecuencia pasan inadvertidas (como un antiguo papel decomural, un tejido a palillo, una bolsa de agua caliente o una estufa) de ser contenedoras de una potencia emocional, es una idea que recorre las obras, cuyos elementos pueden actuar como símbolos, representaciones o mediadores de nuestras relaciones. También pueden ser agentes desencadenantes de un amplio espectro sensible: capaces de evocar dolor, rabia o nostalgia; relevar seres queridos perdidos o rememorar lugares y tiempos pasados; objetos que influyen precisamente en el papel de las emociones entre el individuo y su mundo doméstico, aproximándonos a una biografía cultural, en este caso orientada sobre cosas que pueden seguir en uso, aunque se encuentren pasadas de moda. Es entonces, cuando la mirada del espectador es invitada a detenerse y escudriñar en el acto congelado del objeto, en cuya dotación de sentido la acción humana fue esencial, pero en esta exposición completamente omitida.
Cuando Beatriz Leyton trata sobre arqueologías, trata precisamente sobre un rescate y redescubrimiento del objeto íntimo, cuyos elementos ideológicos, juicios de valor, o su espesor simbólico pueden remitirnos al lugar y persona que les dio uso, pero también al misterio fascinante presente en cómo esas cosas llegan a convertirse en depositarias de nuestros recuerdos emotivos. Este trabajo nos hace testigos de procesos de auge y caída del imperio doméstico; nos invita a considerar que no todo es mejor ni peor hoy, ni lo será en el futuro, porque todas las sociedades, los imperios, los hogares, los mitos, los rituales pueden brillar, desaparecer y reemplazarse, pero también pueden redescubrirse y lograr ser reparados.
Victoria Jiménez