Biomateriales, estructuras maleables y elásticas, cerámicas, porcelanas, hilos, vellón, cera, tintes naturales, fibras vegetales, acompañados de narraciones que nos transportan a un otro lugar, la migración a un nuevo mundo, con sus códigos y las fuerzas que lo generan. Seres que susurran al oído y le cuentan a la artista como es ese mundo, ese sistema vivo; donde hay personajes que coexisten entre melodías y colores, con una pulsión de gracia y confianza y, además, con un sentido de trabajo basado en la colaboración y armonía. Los alfa, los beta y los gamma, todos tan distintos pero que a la vez capaces de conectarse con la riqueza de este lugar, donde viven valores como la confianza, la entrega, una verdadera exhalación en la unidad. Y aunque está lleno de polaridades, luz y sombra, unidad y colectividad, presencia y ausencia a la vez, miniatura y grandeza, existe un contemplar espiritual que equilibra el alma, aquello que los griegos habrían podido entender, una visión y conexión distinta con los seres espirituales, una comprensión omnipresente de la unidad.
El nacimiento de este nuevo mundo, surge así, en su escultura, como una expansión elástica que comienza a crecer, a expandirse, originándose su bóveda y su quásar, acrecentándose en una vertical, un eje que alumbra y conduce con luz y calor, en este paisaje aparecen seres que cuidan y protegen esa luz.
«Todo se ve, se siente, se respira…» nos narra la artista, como si fuera parte de este mundo, de este existir donde vivir es una realización, donde ser y estar son al mismo tiempo. De esta misma manera va visibilizando aquello que es invisible, a través de la narración, pero es en el “hacer”, donde estos mundos van apareciendo, en el esculpir de la escultura, y lo hace a su ritmo y a su tiempo, en medio de la vida misma.
Vamos al río, vamos pronto al rio, un nuevo sol se asoma.
Pamela Prado
Artistas colaboradores:
Carola Brinck | Exposición fotográfica
Gregorio Fontén | Creación de paisaje sonoro