Encendida penumbra

La contemplación perceptiva de la obra de Fernanda Gaete obliga la reflexión en torno al origen y sentido de las sombras. Escudriñando la condición primordial de la sombra, no podemos separarla de la física de la1 luz. De este simple ejercicio podemos concluir en que la sombra aparece cuando el recorrido de la luz es obstruido por la opacidad de algún cuerpo que se le interpone, por lo que, al hablar de la sombra, está implícita la participación de una luz, de algún elemento y, por supuesto, del espacio-tiempo. Luz que entraña temperatura y desplazamiento, ya sea desde la fricción de dos maderos hasta la fusión nuclear; obstrucción que puede bloquear o tamizar el recorrido de la luz, que construye desde atmósferas a estructuras; y un espacio físico que materializa la experiencia.

Conjugando estos conceptos y asociándolos a la experiencia perceptiva, comienza a aparecer un sentido amplio de coherencia, implícito en la sugerente propuesta visual que se nos aparece en el trabajo de Fernanda Gaete.

Con un punto de vista centrado en los detalles de incitantes paisajes y evocativas construcciones, explaya su franca emocionalidad, focalizando en propiedad los aspectos de su interioridad mediante el manejo desinhibido de las virtudes que ofrece el universo de las sombras.

Es así como aparece un señero recorrido visual que logra armonizar los vaivenes de la luz, en razón a connotar la carga sugestiva de las construcciones contenidas en el claroscuro, enfatizando finalmente la pureza de una luz que responde a profundas experiencias vivenciadas.

Con el manejo de las obstrucciones y de la temperatura de la luz logra vincular sus mundos interiores en la configuración de las penumbras, permitiéndose incorporar una sentida figura humana en el contexto de un espacio interior-exterior de fuerte connotación emocional que trasciende los límites temporales.

El criterioso empleo de distintas técnicas de grabado refuerza y enriquece el contenido de su sentida propuesta; aplicando con definitoria certeza atrevidos planos de sombra sobre intervenidos contrastes fotográficos en serigrafía y, articulando la manipulación sutil de la aguatinta contrapuesta a vastas atmósferas de colmada oscuridad.

Presenciar la coherencia visual de un íntegro relato es siempre un regocijo para el espíritu y, se agradece profundamente a la autora por la tenacidad incorrupta de su genuina postura de búsqueda frente al arte y de sus valiosos resultados compartidos en esta muestra donde nos expone llanamente la esencialidad de su mirada, lo que asimismo lleva a asociar este gran movimiento a las palabras de Claude Monet respecto a la luz y los cambios: «La luz cambia constantemente, y eso altera la atmósfera y la belleza de las cosas a cada minuto».

por Rafael Munita

Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.

– Jorge Luis Borges

Las creaciones de esta muestra configuran —hasta ahora— el lenguaje predilecto de su autora. Y es que Fernanda Gaete camina a gusto por lo tenue, le gusta mirar a contraluz y percibe a su favor, y por tanto a favor de la obra, la integración de su privilegiada mirada de agrimensora con las formas que emergen allí donde aun no se vacía del todo de luz.

Como quien conoce sus dominios, la percepción visual y plástica de la artista, conduce los materiales y la técnica creativa por territorios de umbra, penumbra y antumbra, sin temor de ellas.

La sombra —que elogiaron, felizmente, en distintas épocas y meridianos, Junichiro Tanizaki y Jorge Luis Borges—, modifica las conductas perceptibles del ser humano y, ante el temor, nos empuja a detenernos ante la sombra, por no asimilar su apariencia desconocida, y se nos revela la distancia, el tiempo.

Fernanda Gaete, en la profundidad visual de su obra, sin desdeñar el dramatismo y realismo, propone una evocación distinta al elemento simbólico de la sombra; el vértigo de las sombras alargadas, del bosque, del acantilado, del reflejo; las sugestivas ventanas, las formas arbóreas que se superponen como cuerpos mudos. La obra de Fernanda es seductora.

Vamos, pues, a recorrer esta exposición, a sentir su atmósfera cautivante y no resistirnos a que cada obra sea una invitación discreta y sin anuncio.

por Pablo Orellana

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